Con estos versos trato de adentrarme en una especie de poesía novelesca
describiendo un escenario donde la guerra química marcará los genes y el devenir del hombre en un futuro. La rabia y el odio se inhalarán fácilmente a través del aire, invisible gas; yo lo denomino “Abisinia”.
“y el odio se incrustaba en el hombre cuando respiraba aire”
9 Noviembre 2019
Las ensoñadas costas regaban
Abisinia
de costras su superficie
arrastrando sus hundidos suelos entre
signos de tormenta
Grima un pensamiento al temor
Arde mortal sueño sobre el rojo
sangre
Se dejará sentir como el silencio en una
oscura cueva
Pero su espíritu brilla en carne de secas ramas
hablando en sus viejas palabras a
un aturdido sol
Cargas fatigosas saltan en el paso
del tiempo
resquebrajan sus prisas
atravesando los olvidados cuerpos
desnudos de flores mansas
desnudadas sus rocas de frases al
alivio de la cal
Un árbol se deja caer al vacío blanco
del abandono
ardieron en silencio sus raíces
atortujadas al viento roto de Abisinia
en cinco ruegos de hermanos al
pánico
sajando sus manos esos ojos que
velan presas pestañas
Adherida la muerte a la piel
cruje el desierto en su marchitada
arena
vistiendo con sus dunas sus porosos
reinos
bajo un cielo triste ahuyentado de
estrellas
¡Un cielo hueco mintiendo al completo
Universo!
Así se verán sus noches
Y el lodo perfumado te hablaba en
espiral, sin forma
completado amorfo
esfumando tus pecados
alejado de algoritmos y deseos
A tus ojos se hace polvo invisible
inhalado en tu ser con palpitaciones
transparentes a la vida
Invade Abisinia los campos muertos
y desalumbrados del púlpito Marte
En colapso un interior henchido de bromuro
ajeno al alma, hastiado de voluntad
La química se mueve en tu interior
sujetando la espada
perdiéndose en la corta lengua
prendiendo la mecha, vive en velocidad
quemando con ojos rojos
las charcas desprendidas del amor
Y es tersa furia de una marea que se
retuerce cual abrumado influjo de luna
entre claroscuros que se derrumban
sin pensar
Mis gotas tan solo hablan con la
forma del cristal
y yacen difuminadas a sus
abismos